sábado, 29 de septiembre de 2012

Entrevista a Nilda Fernández (Parte 2)


"La fama no tendría que relacionarse con las ventas de discos sino con el arte que uno produce y el interés que provoca en sus semejantes"

5º Hace unos años, después de grabar tu tercer álbum “Innu Nikamu” decidiste dar una serie de conciertos recorriendo más de 1.000 Km en carromato con caballos, ¿Qué recuerdas de esa experiencia?

Lo recuerdo todo perfectamente. Aquel recorrido me dejó una huella hermosa y muy precisa. Casi podría contarte cada kilómetro del trayecto porque todo fueron paisajes variados, encuentros al borde del camino, así como unas cincuenta representaciones en dos meses. Lo lanzamos en Barcelona porque es la ciudad de donde salí de niño para emigrar a Francia. Luego nos trasladamos cerca de Collioure para un homenaje a Antonio Machado que sigue enterrado allá y nos encontramos con los caballos y los carromatos para seguir hasta Lyón y París. Lo armé solo. Mi promotor de entonces no se atrevió porque se le hizo claro que no había  manera de ganar pasta. Me llevé conmigo cinco músicos y dos técnicos, Fue una pasada. Nos acostábamos a las dos o tres de la mañana para despertar a las ocho y enganchar los caballos.

Lo más divertido fue la llegada a París. ¡No te imaginas el jaleo que se armó! Unos embotellamientos de locura. La gente nos aplaudía o nos insultaba puesto que avanzábamos a siete por hora por las calles angostas y las avenidas. A veces, nos tocaba saltar del carromato para hacer de urbanos y regular el tráfico. No te digo. Las cámaras iban detrás de nosotros, subiéndose a los carromatos y preguntándome si eso era marketing. Yo les contestaba: “Por supuesto. Pero esto es un marketing de artista, no una publicidad hortera en la televisión”. Todo se terminó en el teatro de la Renaissance donde yo había hecho mis primeras presentaciones en París.
En Francia, la gente sigue hablándome de esa peripecia. Uno hace canciones, discos, giras, programas de televisión y sólo recuerdan que recorrió mil kilómetros con caballos. Aunque me alegro que esto me identifique porque fue una voluntad propia. Una manera de colocar mi vida de artista dentro de algo con mucha libertad.

6º ¿Te consideras un trovador del siglo XXI?

Por todo lo que acabo de decir, me parece que si. Lo de los carromatos, me lo inspiró Molière y esos artistas que iban (y siguen yendo) por las carreteras, pegando sus carteles en la entrada de los pueblos. También Lorca con su experiencia de La Barraca. El trovador es una persona muy independiente. La fama no tendría que relacionarse con las ventas de discos sino con el arte que uno produce y el interés que provoca en sus semejantes.



7º A lo largo de tu carrera has cantado a dúo con cantantes reconocidos como Boris Moisseev, Luis Llach, etc y la gran diva argentina Mercedes Sosa, ¿Qué tal con ellos y sobre todo con la gran Mercedes?

También canté con Georges Moustaki que sigue siendo el único amigo que tengo entre los cantantes. Aparte, el dúo con la diva a quien te refieres fue una cosa muy interesante. Nadie se lo esperaba y yo aún menos. Estábamos en Buenos Aires dando unas representaciones en un lugar que se ha hecho mítico: La Trastienda. Un día, vino un muchacho con la siguiente noticia: “Mercedes Sosa escuchó tu disco, le gustó la canción Mon Amour y te invita a cantarla con ella en el teatro Ópera la semana que viene. Así fue. Meses más tarde, la grabamos para su disco “Gestos de amor” y rodamos un video-clip que fue el único que Mercedes dejó en toda su larga carrera.

Con Lluis Llach, no hubo verdaderamente dúo sino un concierto en un festival francés muy famoso. Él que lo llevaba también tenía un programa de radio muy popular donde nos encontramos con Lluis por primera vez. Se me ocurrió cantar una canción suya por sorpresa (“Res no ha acabat”) y esto inspiró al muchacho de la radio para programarnos juntos en un gran festival que también dirigía. Según él, Lluis tenía que cantar unos cincuenta minutos y yo una hora y cuarto, conforme a nuestros grados de popularidad en Francia. No obstante, a mí eso me venía muy mal puesto que consideraba a Lluis como un maestro. Por lo tanto, me subí al Talgo y me presenté por la mañana en su piso de la Plaza Real. Mentí un poco, diciendo que el festival deseaba que juntásemos nuestros repertorios. Lluis se entusiasmó y tomamos cita, con tres músicos, en su casa familiar de Parlavá en el Empurdá catalán. Allí pasamos tres días ensayando para llevar al escenario un recital milagroso en el cual cruzamos nuestros repertorios. Él cantó sus canciones y algunas mías en catalán, yo canté las mías y algunas de él en catalán también. Fue un choque muy fuerte. La gente lloraba. El director de la Olympia que había visto cantidad de cosas desde la época de Edith Piaf, nos confesó que era unos de los más hermosos conciertos de su vida. Quería contratarnos, organizar una gira, pero la cosa no fue más allá y nada se hizo. Lluis no quiso. A menudo yo no entiendo lo que les pasa a mis colegas. Parece que son cosas muy raras, muy chiquitas. Celos o recelos, tal vez...

Entrevista realizada por: Samuel García
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No te pierdas en unos días una nueva entrega de la entrevista.

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